Benjamin Ricketson Tucker (1854 - 1938)

Benjamín Ricketson Tucker (Vida y obra)

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Benjamín Ricketson Tucker (1854-1938). Nació el 17 de abril de 1854 en Dartmouth, Massachusetts, (Estados Unidos) y falleció el  22 de junio de 1939 en Mónaco, (Principado de Mónaco) a los 85 años.

Fue un traductor, propagandista y teórico anarquista individualista estadounidense del siglo XIX.

La contribución de Benjamín Ricketson Tucker al anarquismo individualista se realizó a través de la publicación de periódicos y sus propios escritos. Editando y publicando el periódico anarquista, «Liberty«, Tucker filtró e integró las teorías de pensadores europeos, tales como Herbert Spencer y Pierre-Joseph Proudhon, con la de los pensadores anarquistas individualistas estadounidenses, Lysander Spooner, William Greene y Josiah Warren, además de incluir las ideas de la libertad de pensamiento y el amor libre, todo con el fin de producir bases para el anarquismo individualista, y que él denominó anarquismo filosófico y también socialismo anarquista.

Se encargó de la edición y difusión de sus traducciones de las obras de Mijaíl Bakunin y Max Stirner; fue además la primera persona en introducir las obras de Friedrich Nietzsche en los Estados Unidos, autor del que Tucker también realizó varias de las primeras traducciones al inglés.

Tucker, compartió las ideas con los simpatizantes del amor libre y del libre pensamiento, acerca del rechazo en contra de la legislación de carácter religiosa, pero vio, además, la pobre condición de los trabajadores como un resultado de cuatro monopolios contrarios al libre mercado (monopolios que llamó «capitalismo»:

  • Dinero
  • Terratenientes
  • Aranceles y tarifas
  • Patentes

Tucker produjo un riguroso sistema de ideas que llamó «socialismo anarquista» («Anarchistic-Socialism»),1 2 argumentando que «el socialismo más perfecto es posible solo con la condición del más perfecto individualismo».3 Tucker dijo que «el socialismo es la creencia de que el siguiente paso importante del progreso consiste en un cambio en el entorno del hombre que incluye la abolición de todo privilegio por el cual los poseedores de la riqueza adquieren un poder anti-social de exigir tributos».4

Tucker pensaba que un libre mercado auténtico era la respuesta para abolir la explotación laboral y para igualar el salario con su producto.5 Tucker consideró al interés, la renta y el lucro como la «trinidad de la usura», de los cuales pensaba que eran «simplemente diferentes métodos de imponer un tributo por el uso de capital», por lo que defendía que el uso del capital debía ser gratuito ya que para él el capital es «simplemente trabajo almacenado que ha recibido ya su pago completo».6

A diferencia de otros anarcoindividualistas, Tucker rechazó el iusnaturalismo aunque en un principio fue iusnaturalista creyendo en su lugar que «no había derecho natural, excepto el derecho de la fuerza, y los hombres deben reunirse y crear derechos si ellos los querían».7

Propuso la superación del monopolio de la violencia del Estado a través de un mercado de agencias privadas de policía.8 9

Benjamín Ricketson Tucker falleció el  22 de junio de 1939 en Mónaco, (Principado de Mónaco) a los 85 años.

Véase también.

Referencias.

  1. Tucker dijo, El hecho de que una clase de hombres dependen para vivir de la venta de su trabajo, mientras otra clase de hombre están aliviados de la necesidad de trabajar por estar legalmente privilegiados para vender algo que no es trabajo, y eso, sino fuese por el privilegio, sería disfrutado por todos gratuitamente. Y a tal estado de cosas estoy tan opuesto como cualquiera. Pero el minuto que tú remuevas el privilegio, la clase que ahora lo disfruta será forzada a vender su trabajo, y entonces, cuando haya nada sino trabajo con el cual comprar trabajo, la distinción entre los que pagan salario y los que reciben salarios será aniquilada, y cada hombre será un trabajador intercambiando con compañeros trabajadores (…) Lo que el socialismo anarquista pretende eliminar es la usura… quiere privar al capital de su recompensa.Benjamin Tucker. Instead of a Book, p. 404
  2. «Los principios económicos del Socialismo Moderno son una deducción lógica del principio expuesto por Adam Smith en los primeros capítulos de su «Riqueza de las Naciones»: que el trabajo es la verdadera medida del precio. Pero Adam Smith, después de haber establecido este principio de la manera más clara y concisa, lo abandonó para dedicarse a mostrar cómo realmente se establecen los precios y cómo, por lo tanto, la riqueza es distribuida en la actualidad. Desde sus días casi todos los economistas políticos han seguido su ejemplo y limitado su función a la descripción de la sociedad tal como es, en sus fases industrial y comercial. El Socialismo, por el contrario, extiende sus funciones a la descripción de la sociedad tal como debe ser, y al descubrimiento de los medios necesarios para lograr este objetivo. Medio siglo o después de que Smith enunciara este principio, el Socialismo lo tomó donde él lo había abandonado y, al llevarlo hasta sus últimas consecuencias lógicas, lo convirtió en la base de una nueva filosofía económica. Esta labor parece haber sido realizada en forma independiente y por tres hombres diferentes, de tres diferentes nacionalidades, en tres diferentes idiomas: Josiah Warren, un norteamericano; Pierre J. Proudhon, un francés y Karl Marx, un judío alemán. Que Warren y Proudhon llegaron a sus conclusiones por su cuenta y sin ayuda, está comprobado; pero no es seguro que Marx no esté en deuda con Proudhon por sus ideas económicas. Sin embargo, aunque fuera así, la presentación que Marx hizo de sus teorías fue en tantos aspectos tan peculiar y propia, que es justo que se le reconozca su originalidad. Que el trabajo de este interesante trío haya sido hecho casi simultáneamente parece indicar que el Socialismo estaba en el ambiente, que la época estaba madura y la condiciones eran favorables para la aparición de esta nueva escuela de pensamiento. En lo que a prioridad en el tiempo se refiere, el crédito parece pertenecer a Warren, el americano, — un hecho que deberían tener en cuenta los oradores callejeros, tan amigos de atacar a al Socialismo por ser un artículo importado». Benjamin Tucker. Individual Liberty
  3. «[the] most perfect Socialism is possible only on the condition of the most perfect individualism.» Peter Marshall. Demanding the Impossible: A History of Anarchism. PM Press. 2010. p. 390.
  4. Tucker, Benjamin (17 de mayo de 1884). «Socialism: What It Is». Instead Of A Book, By A Man Too Busy To Write One (en inglés). Liberty. Consultado el 24 de junio de 2016.
  5. Tucker, Benjamin (22 de agosto de 1891). «The Equalization of Wage and Product». Instead Of A Book, By A Man Too Busy To Write One (en inglés) (Liberty). Consultado el 24 de junio de 2016.
  6. Tucker, Benjamin. «Socialismo de Estado y anarquismo: En qué coindicen y en qué difieren». Consultado el 24 de junio de 2016.
  7. Lloyd, John William (17 de junio de 1935). «Memories of Benjamin Tucker» (en inglés). Consultado el 24 de junio de 2016.
  8. La relación del individuo con el Estado, 1890; Tucker, Benjamin, Libertad y tributación
  9. […]la defensa es un servicio como cualquier otro servicio; es un trabajo a la vez útil y deseado, por tanto es una mercancía sujeta a la ley de la oferta y la demanda; que en un libre mercado esta mercancía se ofrecerá a precio de costo; que prevaleciendo la competencia, el patrocinio irá a quien ofrezca el mejor producto al precio más bajo; que la producción y venta de ésta mercancía está ahora monopolizada por el Estado; y el Estado al igual que todo monopolista, carga precios exorbitantes. Benjamin Tucker, En vez de un libro

Enlaces externos.

¿Por qué soy Anarquista? por Benjamin R. Tucker

Título original: Why I am an Anarchist . Traducción: Tsekub Baloyán

Bandera Negra

Nota de Laurence Labadie a la edición de Detroit de 1934: El presente artículo fue publicado por primera vez en 1893 en «The Twentieth Century», un semanario radical neoyorquino dirigido por Hugh O. Pentecost. Posteriormente fue reimpreso por «The Oriol Press» (la «Prensa de la Oropéndola») de Joseph Ishill en una edición limitada y no comercial de sólo cien ejemplares distribuidos con la dedicatoria manuscrita del tipógrafo como una forma de conmemorar el octogésimo cumpleaños del autor (17 de abril de 1934).

Precisamente, lo limitado de aquella edición me impulsa a reeditarlo, con la esperanza de que el círculo de su influencia se extienda y aumente.

¿Por qué soy Anarquista? Ésta es la pregunta que el editor de «Twentieth Century» me ha pedido que responda. Recojo el guante aunque, para ser franco, creo que es una tarea difícil. Si el editor o alguno de sus colaboradores me sugiriése alguna razón para ser otra cosa, seguramente no tendría dificultad en discutir. ¿No proporciona este hecho, después de todo, la mejor de todas las razones para ser Anarquista, a saber, la imposibilidad de descubrir una buena razón para ser algo más? Al demostrar la invalidez del Socialismo de Estado, del Nacionalismo, del Comunismo, del Georgismo (*), del capitalismo imperante y de todas las numerosas formas de Anarquismo existentes o en proyecto, se demuestra, de un solo golpe, la validez del Anarquismo. Una vez rechazado el Anarquismo, sólo el Anarquismo se puede afirmar. Es simple lógica.

Puede, evidentemente, que esta respuesta resulta insatisfactoria para los lectores de «Twentieth Century«. El error y la puerilidad del Socialismo de Estado y de todos los despotismos afines han sido repetida y efectivamente demostrados de muchas maneras y en muchos lugares. No hay ninguna razón para repetir estos argumentos aquì. Supongo que los lectores prefieren algo positivo.

Entonces, para comenzar, soy Anarquista porque el Anarquismo y su filosofía favorecen mi propia felicidad. ¡Oh, si ése fuera el caso, todos deberíamos ser Anarquistas! A una sola voz clamarán todos los Anarquistas -por lo menos todos los que se hayan liberado de las supersticiones religiosas y éticas: «es una petición de principio, ¿qué tal si nosotros negamos que el Anarquismo favorezca nuestra felicidad?» ¿Hablan en serio, amigos míos? ? La verdad es que no les creo o, para ser más cortés, creo que hablan así por que no comprenden el Anarquismo.

¿Cuáles son las condiciones de la felicidad? De la felicidad perfecta, sin duda, son muchas. Sin embargo, las condiciones primordiales y principales son pocas y sencillas. ¿No lo son la libertad y la prosperidad material? ¿No es esencial para la felicidad de todo ser que él y los que le rodean sean libres, y que él y los que le rodean vivan sin ansiedad con respecto a la satisfacción de sus necesidades materiales? Parece inútil negarlo y, si alguien lo negara, parecería igualmente inútil discutir. Un hombre que, en principio, no aprecia el valor de la libertad no lo hará ante un cúmulo de evidencias y estadísticas acerca de cómo la felicidad humana se ha incrementado con la libertad humana. También para todos, excepto para este hombre, será evidente que, de estas dos condiciones, la libertad y la riqueza, la primera tiene prioridad como factor en la producción de la felicidad. No sería más que un pálido reflejo de la felicidad aquel contento que uno solo de los factores pudiera dar. Sin embargo, mucha libertad con poca riqueza sería preferible a mucha riqueza con poca libertad. La acusación de «burgueses» que los Socialistas dirigen contra los Anarquistas es correcta en este punto y sólo en este punto pues, por mucho que aborrezcan a la sociedad burguesa, los Anarquistas prefieren su libertad parcial a la esclavitud completa del Socialismo de Estado. Sí, es preferible esta jungla en la que algunos están arriba y otros están abajo, en la que algunos caen y otros suben, en la que hay algunos ricos y muchos pobres -pobres que no están, sin embargo,  completamente encadenados o sin esperanza de un futuro mejor- que esa visión que nos pinta, por ejemplo, el Sr. Thaddeus Wakeman (**) de una comunidad ideal, uniforme y miserable de bueyes plácidos  y serviles.

Repito: no creo que ningún Anarquista pueda negar que la libertad es la primera condición de la felicidad y, en ese caso, no puede negar, tampoco, que el Anarquismo, que no es sino otro nombre para la libertad, conduce a la felicidad. Siendo esto así, el caso está cerrado y no necesito nada más para justificar mi credo Anarquista. Incluso si existiese alguna forma de Anarquismo que tuviese la facultad de crear riqueza infinita y de distribuirla con perfecta equidad (y pido perdón a los lectores por esta absurda hipótesis de una distribución de lo infinito), aún en ese caso, repito, siendo tal sistema una negación de la condición primera de la felicidad, obligaría a su rechazo y  a la aceptación de su única alternativa, el Anarquismo.

Pero, aunque esto es suficiente, no es todo. Es suficiente para la justificación, pero no para la inspiración. La felicidad posible en una sociedad cuya distribución de la riqueza no sea mejor que la presente difícilmente puede ser calificada como beatífica. No existe perspectiva de futuro más radiante que aquella que prometa las dos fuentes de la felicidad: la libertad y la riqueza. Y el Anarquismo las promete. Promete la segunda como resultado de la primera y la felicidad como resultado de ambas.

Llegamos así al terreno de la economía. ¿Es la libertad el camino para la abundancia en la producción y para la equidad en la distribución de la riqueza? Ésa es la pregunta que hay que responder y que, ciertamente, no puede ser tratada adecuadamente en un solo artículo en el «Twentieth Century». Sólo podemos trazar unos pocos lineamientos generales.

¿Cuáles son las causas de la desigualdad en la distribución de la riqueza? «¡La competencia!» gritan los Socialistas de Estado. Y, si tuvieran razón, estaríamos, de hecho, atrapados en una ratonera. Nunca podríamos obtener la riqueza sin sacrificar la libertad, esa libertad irrenunciable y preciosa. Sin embargo y afortunadamente, no tienen razón. No es la competencia sino el monopolio lo que priva al trabajo de su producto. Con excepción de los salarios, las herencias, los regalos y las apuestas, todos los medios por los cuales se adquieren riquezas se basan en un monopolio, una prohibición, una negación de la libertad. Los intereses descansan sobre el monopolio de la banca, la prohibición de la competencia en las finanzas, la negación de la libertad de emitir moneda; la renta inmobiliaria descansa sobre el monopolio de la tierra, la negación de la libertad de utilizar los suelos desocupados; las ganancias abusivas a costa de los salarios se basan en los monopolios de los aranceles y de las patentes, en la prohibición o la limitación de la competencia en las industrias y las artes. No hay más que una excepción y es, comparativamente hablando, bastante trivial. Me refiero a la renta económica que, a diferencia de la renta monopólica, no se basa en la negación de la libertad sino que es consecuencia de las desigualdades de la naturaleza. Es muy probable que exista siempre. Sin duda tenderá a disminuir en una situación de completa libertad pero parece ilusorio que se llegue alguna vez al punto de fuga que el Sr. M’ Cready (***) espera con tanta confianza. En el peor de los casos, sin embargo, éste será un problema menor, similar al de las ligeras disparidades que siempre van a existir como consecuencia de las desigualdades en la habilidad.

Por lo tanto, si, tal como hemos visto, todos estos métodos de extorsión del trabajo descansan sobre la negación de la libertad, entonces el remedio consiste en la realización de la libertad. Destruyamos el monopolio de la banca, establezcamos la libertad en las finanzas y veremos descender los intereses bajo la benéfica influencia  de la competencia. Liberemos el capital y los negocios florecerán, aparecerán nuevas empresas, aumentará la demanda de trabajo y, poco a poco, los salarios de los trabajadores alcanzarán el nivel de su producto. Lo mismo ocurrirá con los otros monopolios. Eliminemos los aranceles, suprimamos el monopolio de las patentes, permitamos la ocupación de las tierras baldías y el trabajo se dispondrá a tomar posesión de lo que le pertenece. Entonces la humanidad vivirá en la libertad y el bienestar.

Esto es lo que quisiera ver y me gusta pensar que lo veré (****). Y porque el Anarquismo traerá este estado de cosas es que soy Anarquista. Sé que esto no puede ser probado. Pero tampoco puede ser refutado por una simple negación. Estoy esperando a alguien que me demuestre, con hechos históricos o con argumentos lógicos, o bien que los hombres tienen necesidades sociales superiores a la libertad y la riqueza o bien que existe alguna forma de Anarquismo que pueda cubrir estas necesidades. Hasta entonces, los cimientos de mi credo político y económico se mantendrán tal como han sido esbozados en este breve artículo.

(*) «Single-taxism» en el original. La traducción literal sería «impuestouniquismo»pero he preferido dejarlo en «Georgismo» -respetando las mayúsculas que son parte del estilo del autor- por ser más claro y sencillo. Henry George (Filadelfia, 1839- Nueva York, 1897) fue el principal teórico y defensor del impuesto único a la tierra.
(**) Thaddeus Burr Wakeman (1834-1913) fue un abogado líder de los positivistas norteamericanos, editor de la revista Man y presidente del Club Liberal de Nueva York.
(***) No encontré información sobre este caballero.
(****) Nótese que Tucker, como muchos otros anarquistas de la época, de todas las tendencias, pensaba que era factible que la nueva sociedad comenzase en un tiempo relativamente corto.Benjamin R. TuckerFuente: Lista Anarqlat

Benjamin Tucker, anarquista bostoniano

La Guerra civil causó un enorme cisma en el movimiento libertario estadounidense del cual no se recuperaría por décadas. Conflictos internos entre abolicionistas que favorecían la guerra y la invasión del sur, quienes veían la guerra como algo inevitable y forzoso para acabar con la esclavitud, y entre aquellos que pensaban que la guerra era un atroz mal moral en sí mismo, innecesario para acabar con la esclavitud; estos conflictos causaron un fraccionamiento del movimiento libertario que lo dividió en otros pequeños movimientos sociales radicales, tales como el de librepensamiento, amor libre y el movimiento obrero. Luego de 1865, la tradición individualista subsistió, no en el seno de un movimiento libertario distinto, sino como una facción radical dentro de estas causas sociales más amplias. Considerando el crecimiento astronómico del estado debido a la guerra y el creciente declive del pensamiento radical individualista, parecía que la llama de la libertad se había extinguido.

Nacido el 17 de abril de 1854 en Massachusetts, Benjamin Tucker creció en una familia cuáquera y radical unitaria. Se matriculó en el MIT, pero tras un ominoso encuentro con tres prominentes anarquistas individualistas (Ezra Heywood, William Greene y Josiah Warren) en la convención de la Liga por la reforma laboral en Nueva Inglaterra en 1872, Tucker habría de convertirse en un activista anarquista, periodista y ensayista. Se alinearía fuertemente con el movimiento obrero y tendría algunas conexiones con los movimientos de librepensamiento y amor libre (al igual que sus colegas radicales). El hilo conductor a lo largo de su pensamiento fue, no obstante, el individualismo.

Tucker construyó su teoría del anarquismo individualista (que él llamó « anarquismo bostoniano  » para distinguirse de los « anarquistas de Chicago », que por lo general favorecían menos los mercados y más la violencia como medio para lograr el cambio social) sobre los principios de la soberanía individual y la teoría del valor-trabajo, la cual era de ordinario aceptada por el común de los economistas remontándose hasta Adam Smith, pero que fue descartada más tarde por el gremio tras la revolución marginal de los austríacos tempranos, tales como Carl Menger y Eugene Böhm von Bawerk. Para los anarquistas del siglo diecinueve, la teoría del valor-trabajo, o « Costo como límite del precio », era la extensión natural de la soberanía absoluta del individuo sobre sí mismo. El trabajo era visto como la fuente de toda riqueza, siendo el trabajador naturalmente dueño de los frutos de su labor como una extensión de su habilidad para ser dueño de sí. La teoría del valor de Tucker estaba íntimamente relacionada con su visión ética basada en el hecho de que cada individuo tiene el dominio único sobre su cuerpo y su propiedad justamente adquirida, la cual requería que se la combinara con trabajo.

Tucker y sus colegas anarquistas individualistas eran anticapitalistas, pero favorecían el libre mercado. Veían el capitalismo como representante de una economía estatista que beneficiaba artificialmente a los capitalistas a expensas de los trabajadores al extraer plusvalías a través de rentas artificiales. Tucker pensaba que los frutos de las clases trabajadoras eran y son sistemática y coercitivamente tomados por las élites bajo el estatismo. Veía al estado como el propagador de la clase dirigente. Tucker identificó los cuatro grandes monopolios: dinero, tierra, patentes y tarifas (Charles Johnson ha identificado aún más). El rol de estos monopolios es la concentración de capital en manos de unos pocos y la creación de un sistema de salarios. Mas el origen de estos monopolios radica, no en el libre mercado, sino en el estado.

En lugar de adoptar retórica procapitalista, pues los anarquistas estadounidenses veían a los capitalistas en gran medida como brazos del estado, estos se mostraban amigables con el «socialismo» (algunos anarquistas individualistas modernos quieren reclamar el término socialismo del monopolio que ahora tienen los estatistas sobre el término). Tucker veía el hilo conductor que ligaba a todos los socialistas, de Warren a Proudhon a Marx, como una óptica donde

[…] el costo es el límite apropiado para el precio. Estos tres hombres realizaron las siguientes deducciones: que el pago natural para el trabajo es su producto; que este pago, o producto, es la única fuente justa de salario (dejando por fuera, por supuesto, regalos, herencias, etc.); que todos aquellos que derivan el salario de alguna otra fuente lo abstraen directa o indirectamente del pago natural y justo del trabajo; que este proceso de abstracción toma generalmente una de tres formas: interés, renta y ganancia; que estas tres constituyen la trinidad de la usura y son sencillamente métodos diferentes para imponer tributos para el uso del capital; que, siendo el capital sencillamente trabajo almacenado que ya ha recibido plenamente su pago, su uso debería ser gratuito, sobre el principio de que el trabajo es la única base para el precio; que el prestamista de capital tiene el derecho a su devolución intacta y nada más; que la única razón  por la que el banquero, el accionista, el rentista, el manufacturero y el marchante pueden exigir usura del trabajo estriba en el hecho de que son respaldados por un privilegio legal o monopolio; y que la única forma de asegurar al trabajo el goce de su producto entero o pago natural es derribar los monopolios.

Tucker distinguía entre socialismo de estado y socialismo de Mercado. Su programa socialista individualista consistía «[…] en la destrucción de estos monopolios y la substitución de estos por la más libre competencia […] la cual reposaba sobre un principio muy fundamental, la libertad del individuo, su derecho a la soberanía sobre sí mismo, sus productos y sus asuntos, y la libertad a la rebelión contra el dictamen de cualquier autoridad.» Abolir los monopolios (esto es, la reforma económica) se convirtió en la tarea central de Benjamin Tucker, mientras que su misión se convirtió en «abogar por la justicia del trabajo.» De sus dos más grandes influencias, Warren y Proudhon, Tucker escribió:

[…] al proceder en su búsqueda por la justicia del trabajo, se encontraron cara a cara con el obstáculo de los monopolios de clase, observaron que estos monopolios reposaban sobre la autoridad y concluyeron que lo que había que hacer era, no fortalecer esta autoridad y así volver el monopolio universal, sino arrancar de raíz a la autoridad y darle pleno dominio al principio opuesto, la libertad, al volver la competencia, la antítesis del monopolio, universal.

Tucker rechazaba la visión de Marx y del socialismo de estado como «la doctrina según la cual todos los asuntos del hombre deberían ser administrados por el gobierno independientemente de las elecciones individuales », y en su lugar siguió a los individualistas (principalmente a Warren y a Proudhon):

Tal como la idea de arrebatar el capital a los individuos y dárselo al gobierno encaminó a Marx en un sendero que termina volviendo al gobierno todo y al individuo nada, asimismo  la idea de arrebatar el capital a los monopolios protegidos por el estado y ponerlo a fácil alcance de todos los individuos encaminó a Warren y a Proudhon en un sendero que termina volviendo al individuo todo y al gobierno nada. Si el individuo tiene el derecho a gobernarse a sí mismo, todo gobierno externo es tiranía. De allí la necesidad de abolir el estado.

Son precisamente las barreras al acceso creadas por el estado y las regulaciones económicas las que previenen la competencia y por lo tanto concentran el poder económico y los recursos en las manos de unas pocas élites políticamente arraigadas. Es sobre la autoridad del estado, que Tucker objetó, que reposa la explotación capitalista, la cual Marx objetó legítimamente. Rechazar esa autoridad significa acoger «el anarquismo, el cual podría describirse como la doctrina según la cual todos los asuntos de los hombres deberían ser administrados por individuos y asociaciones voluntarias, y según la cual el estado debería ser abolido. »

Tucker y su «impertérrito Jeffersonismo» dieron lugar a un nuevo movimiento libertario en 1881, cuando fundó «Liberty»: «Not the Daughter but the Mother of Order», una publicación periódica que sirvió como canal para lo que Tucker llamó Anarquismo filosófico en la escena política radical estadounidense, imprimiéndole específicamente su propio sabor, el cual incorporaba un pensamiento egoísta a favor del trabajo y del mercado y que recoge elementos de Josiah Warren, Pierre Joseph Proudhon (el autor del subtítulo para «Liberty»), Herbert Spencer y Max Stirner. La publicación sirvió asimismo como una plataforma para un discurso que moldearía la tradición individualista y el movimiento libertario para siempre.

Los individualistas entre los movimientos de librepensamiento, amor libre y el movimiento obrero convergieron en la publicación «Liberty» de Tucker, la cual publicó a radicales tan importantes como Lysander Spooner, Auberton Herbert, Joshua K. Ingalls, John Henry Mackay, Victor Yarros y Wordsworth Donisthorpe. El magazín registró y creó todos los debates y controversias de la tradición individualista radical por cerca de tres décadas y, de acuerdo a Wendy McElroy, «proveyó un centro en torno al cual un movimiento revitalizado podía brotar y crecer.» Al lograr la convergencia de las facciones individualistas restantes tras el cisma de la guerra civil, Tucker y «Liberty» fueron instrumentales en el avivamiento del movimiento libertario estadounidense y fueron vitales para su éxito y crecimiento durante el siglo veinte.

El periódico librepensador «Boston Investigator» dio la bienvenida al primer número de «Liberty» en 1881 diciendo «el señor Tucker es habilidoso e industrioso, muestra radicalismo e independencia; la suya será una gaceta interesante y sugestiva.» El diario claramente sobrepasó las expectativas.

Para 1908, sin embargo, «Liberty» había llegado a su fin y, para 1930, mi radical bostoniano preferido pensaba que la libertad misma había llegado a su fin:

 […] el insalvable obstáculo para la realización de la anarquía ya no es el poder de los consorcios, sino el hecho indisputable de que nuestra civilización está agonizando. Puede que duremos aún un par de siglos; por otro lado, una década podría precipitar nuestro final. […] Seguramente la edad oscura. El monstruo, El Mecanicismo, está devorando a la humanidad.

Nueve años después, Benjamín Tucker falleció ( el  22 de junio de 1939 en Mónaco, (Principado de Mónaco) a los 85 años.) creyendo que la llama de la libertad se había extinguido permanentemente. Tengo la esperanza de que, cien años más tarde, el movimiento libertario que debe su renacimiento y existencia a la chispa interna de Tucker en 1881 no permita que su llama radical e independiente se extinga.

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